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La mezquindad de Estados Unidos en el escenario internacional

Estados Unidos, el país que se autoproclama líder mundial y defensor de la libertad y los derechos humanos, muestra una sorprendente mezquindad cuando se trata de apoyar iniciativas internacionales que promueven el bienestar y la justicia global. A través de una serie de mapas reveladores, podemos apreciar la negativa de Estados Unidos a respaldar convenciones y declaraciones clave de las Naciones Unidas, evidenciando su singular posición contraria a lo que es considerado como justo y beneficioso para la humanidad.


El primer mapa que nos enfrenta a esta realidad muestra en rojo los países que votaron a favor de la convención de la ONU sobre el derecho a la alimentación. De manera preocupante, el único país que se opuso a esta iniciativa fue Estados Unidos. Mientras el resto del mundo reconocía la importancia de garantizar el acceso a alimentos adecuados para todos los seres humanos, la nación norteamericana decidió colocarse en un bando aparte, mostrando su falta de compromiso con la lucha contra el hambre.


En otro mapa, observamos una situación similar. Esta vez, se trata de la Declaración de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas. Australia y Canadá, países con una larga historia de represión y exterminio hacia las comunidades indígenas, se suman a Estados Unidos en su negativa a respaldar este importante instrumento de protección de los derechos humanos. Estas naciones, que se jactan de su desarrollo y progreso, muestran una vez más su indiferencia hacia los derechos de los pueblos originarios.


En otro mapa más, se destaca la oposición de Camerún y Tayikistán a la convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad. Sin embargo, nuevamente, Estados Unidos se encuentra entre los países que se niegan a respaldar este acuerdo internacional. Resulta desconcertante que una nación que se considera defensora de los derechos humanos se oponga a una convención que busca garantizar la igualdad de oportunidades y el respeto hacia las personas con discapacidad.


Y finalmente, llegamos al último mapa, donde se muestra en solitario a Estados Unidos como el único país que se negó a ratificar la Convención de la ONU sobre los derechos de los niños y niñas. Mientras el mundo se unía en un compromiso global para proteger y promover los derechos de los más vulnerables, Estados Unidos optó por dar la espalda a los niños y niñas, negándoles la protección y los beneficios que esta convención ofrece.


Es evidente que Estados Unidos ha adoptado una posición única y preocupante en el escenario internacional. Resulta cuestionable cómo aquellos representantes que abrazan y alaban a este país, llenando su tierra con tropas estadounidenses, pueden ignorar la catadura moral y el comportamiento de una nación que parece resolver sus diferencias y desafíos a través de la imposición y el uso de la fuerza militar.


En este contexto, resulta irónico que se señalen y etiqueten a otros países como "malos" o "peligrosos", cuando Estados Unidos, un país que se presenta como el guardián de la democracia y los derechos humanos, demuestra una constante negativa a respaldar los principios más fundamentales de justicia y equidad. Es necesario reflexionar sobre estas realidades y cuestionar las alianzas y políticas que se establecen en base a intereses particulares, en lugar de defender los valores universales de humanidad y solidaridad.


Les invitamos a reflexionar sobre la importancia de actuar con coherencia y empatía en el ámbito internacional. En lugar de abrazar y alabar a aquellos países que niegan los derechos más fundamentales, es crucial promover una cultura de diálogo y cooperación basada en el respeto mutuo y la promoción de los derechos humanos. Solo a través de un compromiso real con la justicia y la solidaridad podremos construir un mundo más equitativo y digno para todos.

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